Tradicionalmente, el rol que jugaba la mujer era el de procrear y cuidar de sus hijos y el papel del hombre era el de ser el único proveedor, es decir, se esperaba de él que fuera capaz de sufragar las cargas y necesidades económicas de la familia.

Con su incorporación al mercado laboral, además de mantener el anterior rol, la mujer también adquiere el rol de proveedora, de modo que las mujeres nos convertimos en pluriempleadas y se nos exige cumplir con éxito tanto un papel en el hogar como un papel a nivel laboral. De modo que jugamos dos roles, el de esposa-madre y el de profesional. Y, conjugar ambos resulta francamente difícil debido a las exigentes condiciones de trabajo —jornada laboral rígida, prolongaciones de la misma por exceso de trabajo, reuniones y viajes.

De hecho, hoy en día, las empresas no promueven la conciliación a pesar de que en España se haya legislado la posibilidad de conciliar la vida familiar con la laboral, por ejemplo reduciendo la jornada laboral hasta que el hijo cumpla ocho años, o con la posibilidad de acogerse a una excedencia por cuidado de hijo con reserva de puesto de trabajo. La legislación llega incluso a impedir legalmente que los empresarios puedan despedir con una indemnización laboral a las mujeres que opten por ser madres y compatibilizar durante los ocho primeros años de vida de su hijo su trabajo y su familia a fin de conseguir un equilibrio entre vida familiar y laboral. Sin embargo, pese a estos avances, cuando nos preguntamos si la normativa actual y la sociedad ayuda a compatibilizar la vida profesional y la familiar, la respuesta  es «no».

Una cosa es lo que dice la ley y otra cosa es la aplicación práctica de la misma. Y nuestra experiencia en el despacho después de escuchar los conflictos laborales que nos narran las mujeres a diario desde la creación del despacho, hace ya más de dieciocho años, es que se produce permanentemente una opción y no una conciliación, a pesar de las reformas laborales permanentes en este sentido.Nos encontramos con que mayoritariamente la mujer profesional debe optar por su carrera profesional o por su vida familiar, de modo que, detrás de un éxito laboral se esconde una renuncia familiar y a la inversa, una apuesta por la vida familiar suele acarrear el retraso profesional.

La realidad es que la mujer profesional que decide agotar la baja por maternidad, disfrutar de la lactancia y de las vacaciones y acogerse durante los primeros años de vida de su hijo a una reducción de jornada sabe que su carrera profesional está en riesgo. De hecho, en el despacho hemos tramitado centenares de casos en los que la mujer que ha optado por reducir su jornada ha sufrido un acoso laboral o mobbing. Ha sido minusvalorada profesionalmente, relegada por compañeros de trabajo y literalmente arrinconada. Hemos conocido y vivido casos en los que cuando la directiva se ha reincorporado su puesto físico de trabajo ha sido ocupado por otro empleado, pasándose una semana completa en un pasillo sin nada que hacer. Recuerdo una cliente a la que se le improvisó un puesto en la cocina de la oficina. Casos que finalmente han tenido que acabar con la salida de la mujer de la empresa con una indemnización laboral.

Otras veces, la mujer profesional no sufría estas medidas y era despedida, a sabiendas de que legalmente el despido era nulo, es decir, no se podía echar a la trabajadora a la calle y pagarle la indemnización de 45 días, de modo que ello nos permitía pactar indemnizaciones por daños y perjuicios muy superiores a los 45 días por año trabajado. Podríamos decir que se «pagaba» esa discriminación.

Pero, además, el actual contexto de crisis económica y la última reforma laboral aprobada por la que se han flexibilizado los despidos en casos de empresas que atraviesan una difícil situación económica, está ayudando a que algunos empresarios puedan despedir a trabajadoras utilizando esta fórmula de despido barato, encontrándose las mujeres desprotegidas ya que ley otorga amplia potestad a la empresa a la hora de elegir el trabajador que va a ser despedido. De este modo la reforma laboral, en cierto modo, ha dejado sin efecto el blindaje que hasta la fecha disfrutaban las profesionales que habían optado por intentar conciliar su vida familiar con la laboral.