Para mí el verano es más que vacaciones, playa o descanso. Es el reencuentro con toda mi familia. Digo esto porque provengo de una familia muy numerosa, y soy la menor de cinco hermanos. Prácticamente, todos ellos con sus hijos viven en el extranjero: Estados Unidos, Kenia e Irlanda y solo uno de ellos vive en España. Por lo que, únicamente, en las vacaciones de verano y de navidades es cuando nos juntamos todos, llegando a ser más de veinte personas en casa, entre adultos y niños.

En concreto, en verano coincidimos todos unos días en Oliva, pueblo del que provienen mis padres. Es un pueblo costero de la Comunidad Valenciana, que no solo es conocido por sus paellas sino por la maravillosa playa que tiene y sus chiringuitos.

De este modo, los días que estamos todos juntos nos dedicamos, gran parte del tiempo, a “hacer familia” y afianzar aún más el vínculo que nos une. Para ello, tratamos de estar todos juntos, haciendo diferentes actividades: ir a la playa, hacer castillos de arena con los niños, ir a pescar, hacer paellas -mis hermanos incluso compiten para ver quien prepara mejor la paella-, jugar al tenis y a juegos de mesa, ir al cine de verano, tomar un helado, tomar unos refrescos en los chiringuitos…

Como decía, para mí es un momento muy especial, puesto que son solo muy pocos días del año los que estamos todos juntos. Es cierto que al ser tantas personas en casa en algunas ocasiones hay discusiones, como es lógico y normal, pero éstas no superan de ninguna manera a los momentos felices y divertidos que pasamos todos juntos.

Cuando se acaban estos días de verano, ya estoy contando el tiempo que falta para que lleguen las navidades, momento entrañable del año en el que vuelvo a reencontrarme con toda mi familia.