en los juzgados españoles no es muy habitual poner demandas por discriminación y alude a dos causas de este silencio judicial. Por un lado la dificultad de prueba discriminatoria y por otro, que incluso acreditando la discriminación, lo único que se puede conseguir es que el juez obligue a la empresa a cesar en la conducta discriminatoria (si consiste en que no te promocionan o te tratan de forma diferente a un hombre, es prácticamente imposible conseguir que se cumpla la sentencia) y a pagar una indemnización de daños y perjuicios meramente testimonial. Respecto a la maternidad, asegura que en España es muy difícil acreditar que no te promocionan por ser madre y no porque tu compañera vale más que tú. Además, la mayor parte de la gente siente que poner una demanda contra la empresa significa que automáticamente te queda muy poco dentro de ella, así que ven inútil demandar.