El equilibrio entre los negocios y las relaciones personales es siempre complejo, sobre todo si hablamos del matrimonio. Si la pareja atraviesa una crisis o si se produce el divorcio definitivo, los problemas pueden aumentar cuando existe de por medio una empresa creada bien por ambos cónyuges o bien por uno de ellos mientras estaba el matrimonio vigente. Y cuando las pasiones se mezclan con los números -y el dinero-, la solución nunca es sencilla.
Cuando una empresa ha sido constituida por un cónyuge vigente el matrimonio o por los dos, ninguna duda cabe que la totalidad de los beneficios, con independencia del destino que se dé a los mismos, son gananciales. El problema llega cuando solo uno de los cónyuges es socio a título privativo de una sociedad.
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