Esta primavera tan lluviosa he aprovechado para leer un libro: El Club de los Mentirosos, de Mary Karr (Texas , 1955). Ha sido una de esas lecturas que dejan huella y a partir de entonces tu mirada se renueva para siempre.
La novelada memoria de la autora trata de su vida junto a su familia, su padre, su madre y su hermana, entorno en el que revolotean las múltiples parejas de su madre, en una localidad petrolera de Texas en los años 60.
La historia es terrible, por la crudeza de las vidas de sus personajes, alcoholismo, violencia, secretos, mentiras, pero a la vez desternillante porque está contada desde la visión de una niña pragmática inconsciente, inteligente, despierta y sincera, que absorbe lo que ve y que, a pesar de todo, es una carta de amor a su tribu.
La madre es una alcohólica, dispara a dos de sus maridos dentro de casa, ha contraído matrimonio hasta siete veces, dos de ellas con el padre de la escritora, y amenaza a su hija con un cuchillo de cocina.
La hermana de la autora, Lecia, con 11 años ya sabía conducir un coche de marchas manuales y convencer a un policía de que se había olvidado el carnet en casa al tener que llevar a su hermana pequeña urgentemente al médico.
La autora adora a su familia, a pesar de sus rarezas, pero especialmente a su padre, quien se reúne a diario, tras el duro trabajo en los campos petroleros, en el Bar con amigos y conocidos, de donde surge el nombre de la novela, tan sugerente -El club de los mentirosos-, que hace referencia a esas reuniones, donde cada uno cuenta sus “batallitas” para presumir y hacerse valer en el grupo.
May Karr, al sincerarse y contar su terrible vida, ve como los episodios que un día parecía que iban a suponer la destrucción de la familia hoy conllevan una liberación de sus miedos, culpas y sentimientos encontrados. Cuenta que tras escribir sus memorias, contrariamente a su creencia de que los lectores pensarían que los miembros de su familia eran monstruosos, muchas personas se acercaban y le contaban sus propias historias familiares truculentas, haciéndole sentir allí donde iba a promocionar su libro que se creaba una comunidad a su alrededor.
Incluso parece que algunos psiquiatras han llegado a recomendar El club de los mentirosos a sus pacientes, por entender que podía ser útil para el tratamiento de abusos sexuales en menores, alcoholismo o traumas infantiles y, dado que muchos lectores se le echaban a llorar al conocerla, se le ocurrió una broma para romper la tensión en esos momentos: les dijo que denunciaran a sus médicos por mala praxis, pues ella no es ninguna experta en salud mental.