Aunque soy madrileña, cuando viajo a Jerez de la Frontera me siento como una jerezana más. La primera vez que la visité fue hace diez años con motivo de la Feria del Caballo. Me enamoré de esta ciudad, de su elegancia y de su alegría y la sigo visitando con frecuencia porque el padre de mi hijo es jerezano.
Cualquier época es buena para visitarla. Su clima invita al paseo, parar en sus ventas que huelen a vino añejo y degustar una copita de vino fino con un rico aperitivo, unos chicharrones, unas galeras, una tapita de mojama o unas quisquillas, productos gaditanos que como dicen allí “te quitan el sentio”.
La Semana Santa y las Zambombas en Navidad son un buen momento. Aunque una escapada de fin de semana también es una buena opción porque siempre puedes ir a la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre y ver como los caballos bailan, visitar una bodega o acudir a un espectáculo de flamenco, aunque en sus calles siempre algún jerezano se arranca con un cante.
Y lo mejor es su Feria. El desfile de caballos por el Real sobre el albero, las mujeres vestidas de flamenco, las casetas animadas por actuaciones en directo. Un buen plan en Mayo, cuando el calor empieza a asomar.
La comunicación con Madrid es buena porque hay un tren con destino directo a Jerez y hay una buena oferta hotelera a buenos precios.